Pedro Marrero | @marrero_pedro
Vamos por partes. Primero: no conozco a Pablo Carbonell. Segundo: el titular se debe a una de las canciones de los Toreros muertos que robaba tiempo a mis estudios en el instituto, hace, mucho, mucho tiempo. El titular, afortunado o no, comenzó a aporrearme los sesos mientras veía este viernes a Toreros con Chanclas en el escenario de la Plaza del Cristo y era poner ese o no escribir nada. Tercero: vamos al lío.
A Pablo Carbonell lo vi en la tele por primera vez actuando junto al gran Pedro Reyes (1965-2015) hace quizás, 40 años, en el mítico programa infantil La bola de cristal. Se trata de la única celebridad a la que he tenido más de una vez a menos de cinco metros en estas últimas cuatro décadas. No pasaré a la historia por ello, pero en ello sustento, y en una anécdota que contaré seguidamente, el titular citado y que corona esta perorata.
Entre la noche de este viernes y la primera vez que tuve a Pablo Carbonell cerca han pasado unos 35 años. Fue en el Teide, una tarde soleada. O una mañana. Qué más da. La típica ruta familiar de fin de semana acabó en conversación con los mismísimos Toreros muertos. Paramos el coche y la hermana de quien escribe los reconoció de inmediato. Los llamó y mostraron una amabilidad extraordinaria al acercarse y firmar un original autógrafo. Nos contaron que venían de Gran Canaria, o que iban tras el concierto de Tenerife. Algo así.

Y luego este viernes, tras la actuación de Monkey faces. La fusión entre los Toreros muertos y No me pises que llevo chanclas ha dado un fruto divertido y algo nostálgico. Ver a Carbonell (Cádiz, 1962) entrado en canas pero con la misma vitalidad y a Pepe Begines (Sevilla, 1967) me genera una emoción especial. Ahí, tan cerca, después de tantos años, de tanto escuchar las canciones de dos grupos emblemáticos. Pues eso: fue genial.
Pero, centrémonos en Pablo Carbonell, con permiso del resto de artistas. Se llevó la ovación al aparecer en el escenario. El Carbonell de siempre. El que parece y demuestra que se lo está pasando en grande. Nacido para estar ahí, para darlo todo ante el micrófono y ante un público que le quiere de verdad. Sí, le tuve de nuevo ahí cerca y no, no intercambié una sola palabra con él esta vez. Pero eso es lo de menos. A saber si recuerda aquella anécdota del Teide.
Pablo Carbonell: actor, músico, presentador y escritor -lo pongo en el orden por el que fui descubriendo su talento- se come cualquier escenario, canta como si no hubiera un mañana, se mete con todo un presidente de Estados Unidos y recibe la seria advertencia de un guardaespaldas aparentemente muy peligroso, aguanta estoicamente una broma en plena actuación teatral -él solo en el escenario-… y además escribe, y bien. Y, posiblemente, hace muchas cosas más. Cosas como recordarnos a los que contamos más de cuatro décadas y añoramos los 80 y 90, que la edad es un número y la juventud está en la mente. Pues eso. Por eso, gracias amigo Pablo.