La galería Artizar, o cómo resistir y crecer en tiempos de crisis

Frasco y Pedro Pinto dirigen este icónico espacio cultural lagunero que representa a artistas desde hace más de tres décadas

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Carlos Pinto, fundador de la galería Artizar, junto a sus hijos, Pedro (I) y Frasco, actuales directores.
Carlos Pinto, fundador de la galería Artizar, junto a sus hijos, Pedro (I) y Frasco, actuales directores.

Pedro Marrero | @marrero_pedro

Vivir del arte es posible. Incluso en crisis. Y llevamos dos seguidas. Más de una década en la que sobrevivir, más que vivir, es la prioridad. Aún así, se puede. La galería Artizar, que cumple 32 años, lo ha hecho. No solo ha capeado el temporal. Tras el relevo generacional, incluso ha crecido. Con humildad, sin olvidar los orígenes de un icónico rincón lagunero reservado al arte, lo explica Frasco Pinto, director junto a su hermano Pedro, de la pequeña gran galería: “La ventaja sobre nuestro padre y fundador (Carlos E. Pinto) de la galería es que nosotros podemos dedicarle al trabajo el 100 por 100 de nuestro tiempo, mientras que mi padre tenía un trabajo de bibliotecario que no le permitía viajar a todas las ferias y bienales”.

“Cuando nos hicimos cargo de la galería decidimos, dada la flexibilidad de la que disponíamos, crecer y romper la barrea de la insularidad. Al empezar a trabajar con artistas internacionales se nos abrió otra puerta, la de Cuba. Y al trabajar con artistas cubanos de primer nivel se nos abrió a su vez la puerta de Estados Unidos”, nos comenta Frasco Pinto.

La galería Artizar presenta actualmente parte de la obra de José Luis Serzo. / Pedro Marrero
La galería Artizar presenta actualmente parte de la obra de José Luis Serzo. / Pedro Marrero

Frasco y Pedro Pinto dirigen un lugar pequeño, acogedor, cuyas paredes visten las obras de sus artistas representados. En este caso, José Luis Serzo, algunos de cuyos cuadros ilustran este reportaje. “Actualmente trabajamos con una veintena de artistas, aproximadamente. Más de la mitad son canarios”, explica. Esto es lo que diferencia a la única galería de arte privada que resiste en La Laguna de las salas de exposiciones: “Las galerías son como agencias de representación. Trabajamos con los artistas de forma estrecha y los introducimos en determinados circuitos. A algunos de nuestros artistas les hacemos un seguimiento desde que salen de la facultad. En cambio, las salas de exposiciones acaban su relación con el artista cuando clausuran la exposición”.

La galería Artizar presenta actualmente parte de la obra de José Luis Serzo. / Pedro Marrero
Una de las obras de José Luis Serzo. / Pedro Marrero

Los artistas representados por la galería Artizar exponen sus obras por todo el mundo. Por ejemplo, “hay obras de artistas tinerfeños en Estados Unidos. Ahora es la Expo de Chicago, una de las más importantes. Somos la única galería española en la muestra. Al interés por nuestros artistas cubanos se ha unido el interés del público americano por las obras de artistas canarios. Siempre intentamos llevar a nuestros artistas a las cotas más altas. Pero no es fácil. Es una labor de años. Hay que tener mucha paciencia”, explica Frasco Pinto, quien desvela, como prueba del importante trabajo que realiza junto a Pedro, que “el 90 por ciento de nuestros representados viven exclusivamente del arte”.

La galería Artizar abre de lunes a sábado y es una parada fija para muchos laguneros aficionados al arte. Entre 30 y 40 personas acceden diariamente a la galería. “Hay mucho interés por el arte en La Laguna. Y es gratuito. Si vas al TEA crees que es gratis pero has pagado con tus impuestos cada gramo de cemento del edificio”, puntualiza Frasco Pinto, crítico con algunas prácticas del TEA, aunque en los últimos meses se han limado algunas asperezas por el bien de los artistas: “En el TEA se hacían algunas cosas mal que se han dejado de hacer. Pero realmente no se han reconocido estas irregularidades, y es importante que la institución pública haga autocrítica”, finaliza Pinto, al que fotografiamos junto a su hermano en la misma puerta de la galería, en plena calle San Agustín, justo enfrente del Instituto Cabrera Pinto.